
Karla Cedano
Experta en industria energética, señala que el acceso al suministro energético es una de las cuestiones que plantea mayores desafíos dentro de la perspectiva temporal. En las comunidades rurales, la falta de acceso al suministro energético puede suponer un problema que profundiza las brechas sociales.
La pobreza energética afecta la calidad de vida de las comunidades emergentes. En el caso mexicano, la falta de acceso a este recurso impacta negativamente en el estado de bienestar de las poblaciones rurales: “La pobreza energética se entiende como la incapacidad de un hogar, porque la pobreza energética se mide en los hogares, de pagar o tener los servicios energéticos que satisfagan sus necesidades materiales y sociales”, indicó Cedano.
En términos generales, puede decirse que un mayor acceso a los recursos energéticos es capaz de solventar otros problemas que afectan a la colectividad. En palabras de Cedano: “La pobreza energética atraviesa otros problemas. Por supuesto, el problema energético se empapa con otros temas como la salud, la seguridad, entonces tiene sus bemoles que se necesitan identificar y medir”. De allí, que sea de suma importancia no solo mejorar la infraestructura de los servicios disponibles, sino además garantizar el acceso al suministro energético.
Como problema que afecta a las comunidades emergentes, la pobreza energética tiene varias causas que deben ser identificadas para realizar un abordaje más eficiente del problema. “Yo creo que el principal problema que está detrás de la pobreza energética es la injusticia energética. Hay que reconocer que, para que tengamos energía eléctrica tú y yo, hay una cadena de injusticia de las que somos parte”, comentó Cedano, quien resaltó las desigualdades persistentes en el grupo social.
Ello implica que muchas comunidades son despojadas de sus recursos y no se les compensa con el acceso a otros beneficios necesarios para mejorar su calidad de vida. De acuerdo con Cedano: “Si desplacé a una comunidad para poner una central hidroeléctrica, entonces la compenso energéticamente. Pero entonces, no pasa eso. Les doy un dinerito a las comunidades y las dejó allí”. Este es el principal desafío a superar a la hora de intervenir sobre el paisaje, pues no basta con simplemente tomar los recursos naturales sin proporcionarles una mejor calidad de vida a las comunidades emergentes. “Entramos en un derroche energético cuando tú y yo tenemos energía, pero muchos no la tienen”, declaró Cedano, lo que demuestra las desigualdades de las sociedades modernas.
El derroche energético como problema social
Los sistemas tradicionales de gestión de los recursos energéticos suponen un obstáculo a la hora de fomentar el cambio: “En otros países, la obtención del suministro energético tiene un componente privado. En el nuestro no. En el nuestro, hay muchas mejoras por hacer”, indicó Cedano. Así las cosas, México es un país que ofrece oportunidades para avanzar en el tema.
Ahora, para lograr la implementación de soluciones sostenibles, es necesario avanzar en los aspectos técnicos relacionados con la obtención de la energía: “La interrelación que nosotros tenemos una mal realidad que significa la energía que no es solo saber dónde enchufar la luz y saber prender la bomba de gas, pero no es solo eso, es saber reconocer que la energía es rica y profunda para todos nosotros”, comentó la experta. Es decir, que la energía no solo tiene un valor utilitario, sino que además es capaz de generar bienestar, aunque los usuarios no sean conscientes de ello.
Es por ello que los gobiernos locales deben trabajar incansablemente para favorecer a las comunidades, de forma tal que las soluciones emerjan del consenso en común, tal como señala Cedano: “Es la energía un derecho en acceso y uso para todas las personas”. Por ello, y en palabras de Cedano, el pueblo organizado, de la mano con los administradores de la energía pueden generar mayor energía para la población entera.
Pobreza energética
La pobreza energética se entiende como la incapacidad de las personas para satisfacer sus necesidades energéticas, materiales y sociales en el hogar. Esto se puede considerar como el punto en el que los servicios de energía en un hogar no son de calidad y afectan negativamente el bienestar para los usuarios. Uno de los errores más comunes al medir la pobreza energética de acuerdo con Cedano es: “considerar que un hogar está en pobreza energética cuando utiliza más del 10% del gasto familiar en pagar servicios energéticos. Reducir la medición y los impactos de la pobreza energética a un tema monetario es incompleto, parcial y provoca errores importantes en la percepción y medición de este problema.” Un ejemplo concreto lo tenemos en familias que, por una serie de injusticias sociales, se ven en la necesidad de tener conexiones irregulares a la red eléctrica. Estas familias tienen acceso a la energía eléctrica, pero no la pagan. Su gasto energético seguramente es menor al 10% del ingreso familiar, pero sin lugar a dudas, se presenta un caso de pobreza energética.
Un suceso que impactó al mundo, y que tiene estrecha relación con la pobreza energética, es la emergencia sanitaria desatada por el Covid-19: “La pandemia, como a nivel hogar, la pasamos encerrados y todo se volvió telecomunicación”, y es por ello que Cedano sugiere revisar el esquema de suministro energético y garantizar el acceso al servicio a las comunidades más vulnerables. Ello implica que, debido a la llegada de la pandemia, la vida cotidiana se reestructuró y con ello se recurrió a las telecomunicaciones como una manera de mantener la vida en la sociedad en el pago de servicios, asistencia a clases online, trabajo por internet y compra de comida.
Por ello, se considera que la energía es esencial para el desarrollo de la vida en comunidad: “Tener acceso a la energía es un derecho”, indicó Cedano. La comunidad debe saber y entender que la energía es un derecho y todos debemos hacer uso consciente y satisfactorio de ella, además es un servicio fundamental en la vida diaria para sustento de nuestro hacer en lo personal y social.
Educación y acceso a las herramientas tecnológicas
El acceso a las nuevas tecnologías ha facilitado la participación de la población en general en los grupos de discusión, los cuales promueven la toma de decisiones de una manera consciente, tal como señala Cedano: “Ya sea a través de la computadora, del celular o la tablet, las personas se han podido conectar para comunicarse efectivamente. Para eso, se necesita energía, y quienes no la tienen se van desconectando más y más”. De allí, que el acceso a las nuevas tecnologías sea de vital importancia para conectar a las poblaciones más vulnerables.
Con el fin de desdibujar las desigualdades sociales, es importante que se democratice el acceso a las nuevas tecnologías, para lo que se requiere del suministro energético: “Quienes no tienen acceso a la energía, caen en una brecha que se suma a todas las brechas. Si reconocemos que son los más vulnerables quienes no pueden acceder a estos recursos, se suman capas y capas de desigualdad”, indicó la experta. De esta manera, las personas pueden participar de la discusión de soluciones para sus comunidades.
Ahora, para resolver la pobreza energética, se requiere de un enfoque diverso y ajustado a las características de las comunidades. Tal como señala Cedano, no se trata simplemente de conectar a las personas a la red eléctrica, sino que se necesita hacer un estudio más profundo para comprender las necesidades de la población. Por ejemplo: “Si el tipo de pobreza energética es medios para cocinar, nos preguntamos qué podemos hacer para resolver esto y no solo cuantificarlo como un numerito”. Así pues, resolver la pobreza energética no solo se trata de conectar a los usuarios a la red de suministros, sino comprender sus necesidades.
Pobreza urbana y pobreza rural
Existe otra dimensión a considerar a la hora de implementar soluciones efectivas para resolver la pobreza energética, y pasa por considerar el entorno de los habitantes: “en cuanto a la diferencia entre la pobreza energética rural y urbana, en el contexto rural la brecha se duplica o se triplica”, indicó Cedano.
Sin duda, esto demuestra que las zonas vulnerables se encuentran más expuestas y padecen mayores desigualdades. En palabras de Cedano: “las desigualdades se deben a que en las grandes ciudades se concentra la mayor cantidad de población, y es ahí donde se concentran las políticas. Por el contrario, las zonas rurales son apartadas dentro de los esquemas de intervención y por ello no consiguen una solución a sus problemas”.
Vulnerabilidad energética y transición energética.
Conocer acerca de la vulnerabilidad energética nos ayuda a saber cómo usamos la energía que necesitamos y el gasto que representa en nuestros hogares. “Todos estamos en vulnerabilidad energética”, indicó Cedano. Esto, debido a que el suministro energético no se encuentra en óptimas condiciones, y por ello es susceptible a fallas.
Ante ello, Cedano propone transitar hacia otros modelos de suministro energético, basados en una mayor comprensión de las necesidades reales de las comunidades: “Es un hecho, vamos hacia la transición energética”. Los administradores del sistema energético, el gobierno nacional y local y las mujeres cuentan con los conocimientos para apoyar la transición energética, lo que puede mejorar la calidad de vida en las comunidades rurales y las grandes ciudades.